domingo, 8 de mayo de 2011

CORREO MAYO 2011

MAYO 2011 AÑO 16 Nº 180

REVISTA LITERARIA – ISSN 1666-3233

Director – Propietario  CARLOS A. MARGIOTTA 

R.P.I. Nº 932.056 TE: 4857 - 5119

redesdepapel@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Coma profundo Carlos Margiotta

 

La noche es cálida. Una ligera brisa se escurre por la ventana entreabierta moviendo las cortinas de hilo blanco. Anita me ha cubierto con una sábana recién planchada, me ha besado en la frente y ha dejado todo en orden antes de irse a su casa. Anita es la más fea de todas pero la que mejor me cuida. Escucho caminar a la gente por los pasillos y veo sobre el triángulo luminoso que deja la luna sobre la pared que está frente a mí, las sombras dibujadas de las visitas que atraviesan el patio que conduce a la calle. Las noches aquí son tranquilas y yo las aprovecho para repasar los sucesos del día cuando nadie me molesta. Últimamente me cansan mucho las conversaciones a media voz de los parientes y que me muevan continuamente de un lado para el otro. Hoy vino mi mujer y lo primero que hizo fue protestar por la limpieza. ¿Acaso no sabe que la gorda Miriam viene a las diez de la mañana y pasa el lampazo? Después se quedó como una hora leyendo el diario y hablado por el celular. Por suerte, apenas me dirigió la palabra. Me tenes cansada, dijo antes de irse, y dejó ese perfume barato que usa ahora, impregnado la habitación de odio y resentimiento. Yo sé que son muchos meses que estoy aquí, que eso de venir casi todos los días para ver si necesito algo es tedioso, pero podría tener un poco más de decoro, de buena educación. A veces me avergüenza imaginármela paseándose como una puta, moviendo el culo por todo el sanatorio. El otro día escuché chusmear a las enfermeras de la mañana diciendo que mi mujer se encamaba con mi médico de cabecera, el doctor Donato. En mi estado ya no me importa, es más, creo que me metió los cuernos desde el día en que nos casamos, con aquél alumno que estudiaba matemáticas en el bachillerato para adultos, en fin.

Después vinieron dos compañeros del trabajo, Osvaldo y Norberto, hacía mucho que no los veía. No sé si vinieron por las suyas o los mandó el trompa para ver cuando me daban el alta. Osvaldo está más achacado y cuenta los mismos chistes de siempre. Norberto se está quedando pelado por tantos nervios y me contó las últimas novedades del laburo. Parece que Cristina se casa después de once años de noviazgo, ¿quién la aguanta?. Pero habitualmente estoy solo, hay días en que no veo a nadie y es cuando mejor la paso. ¡Anda a jugar a la calle, hacete amigo de los pibes del barrio!, decía mi vieja. Pero yo siempre fui un solitario empedernido, me gustaba jugar solo en la terraza de vieja casa, quizás es por eso que puedo soportar mi situación actual. A la tardecita vino el señor -del que nunca me acuerdo el nombre- de los aparatos, y estuvo un rato revisando el monitor que esta conectado por un cable a mi cabeza y el otro que esta enchufado por una cinta adhesiva a mi pecho. Yo no los puedo ver porque están a los costados de la cabecera de la cama, pero seguro que me voy a dar cuenta cuando dejen de funcionar. Está en estado de coma profundo, dijo el jefe de guardia después del accidente. Ellos creen que uno no se entera de nada, pero se equivocan. Por ahora está inconsciente lo único que queda es esperar lo peor, le informaron a mi hijo mayor después de otra consulta con el neurólogo. Yo, aunque no lo parezca, escucho y veo todo. No me pida eso, no corresponde a nuestra ética profesional, le dijo el responsable de terapia intensiva a mi mujer mientras le tomaba las manos. Como estoy rígido y con los ojos cerrados piensan que estoy en otro mundo, más cerca del cielo que de la tierra. Tenga fe y paciencia señora, puede vivir unos días o en el mejor de los casos recuperarse en unos meses. Todos me tratan como una cosa, soy objeto inútil que se interpone en el camino como un obstáculo. Lo único que quieren realmente, los muy hipócritas, es que me muera de una vez por todas para volver a vivir en paz.  

Yo lo recuerdo todo perfectamente y podría contarlo si tuviera alguna manera de hacerme entender. Después del tortazo que me pegué en la autopista, juro que lo escuche y lo vi todo. Te puedo contar cuando llegó la policía y me sacaron entre los escombros del auto. Te puedo decir qué conversaban el chofer de la ambulancia con la mina que me sostenía la máscara de oxigeno en la boca, y hasta te puedo detallar lo que pasó cuando llegué al hospital. Menos mal que se enteró el monseñor y me trasladaron rápidamente al sanatorio de la congregación donde me atienden diez puntos. Las monjitas me tratan con mucha compasión y rezan por mí todos los días... también, con los favores que les hice.

A veces pienso que estoy jugando a las escondidas y los recuerdos se agolpan en mi cerebro mutilado como para despedirme. ¡Punto y coma el que no se escondió, se embroma! Y yo estoy escondido. Me gustaba ver cómo jugaban los chicos en la vereda. Yo me sentaba en el escalón de la puerta de entrada y disfrutaba mirándolos correr y esconderse apretándose contra los árboles, en los zaguanes o entre los yuyos del baldío. Los pibes ponían cara de miedo y las chicas que se hacían las asustadas. Una vez me invitaron a participar y me animé. Me hicieron contar hasta cien y fui descubriendo a uno por uno, yo conocía bien los escondites. Esa tarde de septiembre me excite por primera vez... No seas tontito, apretame fuerte, me pidió Norita detrás del auto estacionado. Y ahora, al recordarlo, me excito como entonces, en estado vegetativo y todo... si supieran. 

Amanece, los murmullos del pasillo vuelven cada mañana como la corriente de un río. El tren de las 5,30 hs. que va para San Miguel deja su estela de sonidos, cincopesospocaplata... cincopesospocaplata... cincopesospocaplata... al atravesar las manzanas del barrio. Entra Mirta y levanta las persianas, mira los monitores y anota los datos en una planilla, controla el suero que se clava con una aguja en mi brazo izquierdo. Después entra el médico de turno con unas ampollas azules en la mano que deja en la bandejita de metal junto a la jeringa. Mira mis ojos con una pequeña linterna subiéndome los párpados. De ahora en adelante dale esto. Bueno doctor. Son ordenes superiores. Bueno doctor. La enfermera coloca la medicación en nuevo envase de suero y lo cuelga en su lugar. Lo sospechaba, reconozco que diez meses es mucho tiempo, que deben necesitar la habitación para otro pobre enfermo, o tal vez la obra social dejó de pagar la prestación y me tienen que rajar. Entra la monjita de los ojos grandes y se sienta a mi lado, dice una oración en un murmullo que no entiendo, creo escuchar... bendice a los que van a partir. Me empieza a doler la cabeza otra vez como en los primeros días. Podrían haber esperado un poco más los hijos de puta, hasta mi cumpleaños por lo menos. Lloro, estoy llorando desconsoladamente pero nadie se da cuenta. La veo a mamá pasearse entre las tinieblas con el vestido a lunares. ¡Mamá!... ¡Mamá!... grito. Ella se da vuelta, sonríe y me tiende la mano. ¡Vení, vení!, dice.

TALLER DE ESCRITURA CREATIVA REDES DE PAPEL

        

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Confesión Marisa Presti

 

¿Qué hacía él, en esa soleada mañana, encerrado en la aburrida oficina? Miró por la ventana, la belleza de Barcelona bajo los rayos del sol seducía la mirada. Tiempo después, Gabriel Santillán llegó a declarar que el encuentro fue en un día de verano. Pero ahora estaba en esa redacción, con el inconveniente o el beneficio, no lo sabía bien, de encontrarse solo. El director, antes de irse de vacaciones, le había dejado el encargo de ocuparse de la edición del semanario. Menudo problema, pensó, ocuparse de organizar la información cuando su mente estaba en otra cosa.

Una desagradable sensación de distancia con las cosas cotidianas lo llevaba a quedarse así, paralizado, sin conmoverse por la invitación de la vida. Acaso la semipenumbra de la redacción lo ayudaba a sostener el sentimiento que cargaba sobre la espalda desde tanto tiempo atrás. Sobre el escritorio, la foto de Sofía le recordó mejores tiempos. Todavía el alma dibujaba una sonrisa en su rostro, todavía caminaba...

El viejo reloj marcó las diez con su perturbador sonido, era hora de hacer algo, se dijo preocupado. Desparramó informes sobre su escritorio, resaltó algunas notas, tiró al cesto otras, intentó escribir sobre la vieja máquina con los dedos tensos pero apenas llegó a la tercer línea. Afirma Santillán que en ese momento alguien abrió la puerta.

¿Era Santillán un hombre atractivo? A juzgar por quienes lo conocían, no pasaba del común de los mortales a cierta edad. El pelo escaseaba sobre su cabeza, y unos gruesos anteojos delataban su vista débil. De poca estatura, había permitido que un abdomen prominente levantara su corbata, no siempre a tono con la ropa. Podemos suponer que compensaba ciertas deficiencias con la personalidad de un periodista inteligente. Podemos, aunque no es seguro.

El hombre que pensaba en la muerte vio frente a él una mujer. Sin invitación, la vio acercarse a su escritorio con una sonrisa. Corrió uno de los sillones y se sentó, dejando al descubierto un par de atractivas piernas. Ella habló, pero Santillán asegura no recordar nada de lo dicho. Afirma que quedó con la vista fija sobre esas piernas, piernas que hubiera querido darle a Sofía, como en los tiempos en que se enredaba en las de ella sobre las sábanas arrugadas. Pensó que a esta hora estaría frente a la ventana, escuchando su programa de radio, segura que él haría un tiempo para llevarle el almuerzo.

Rutina de más de diez años, rutina que lo envuelve desde que un automóvil la atropelló como a un fardo allá en el cruce de la avenida. Creyó que no sobreviviría. Todos los creyeron, pero Sofía se aferró con bronca a la vida y a él. Hoy no está seguro de que haya sido lo mejor. Cuando le preguntaron si deseaba la muerte de su esposa, no quiso responder.

Gabriel, dame una manta. Gabriel, ¿ya está el té?. Necesito tomar los remedios. Siento frío, Gabriel, cerrá la ventana. Gabriel, apagá la luz. Te dejé la lista de las compras, no te olvides. ¿Llamaste a mi mamá?

Tiempo opaco desde el accidente.

Tiempo de espejos engañosos con la cara de Sofía bella y horrorosa. Tiempo de pesadillas en la cama fría, distante de placeres, hundida en resortes muertos.

Santillán mira a la mujer que le pide algo, podría ser una nota en el diario o algo así, en realidad cree que eso no tuvo ninguna importancia. Confiesa que las piernas de ella cambiaban de posición constantemente, como si quisieran irse de ese cuerpo que las aprisionaba. Su mirada estaba fija en ellas: largas, delgadas, de tobillos marcados, sutilmente envueltas en delicadas medias de red. Se movían frente a él, atrapándolo cada vez más en un denso mareo. Afirma que fue entonces cuando las piernas se lanzaron contra él, apretándole el cuello hasta casi asfixiarlo. Ambos rodaron chocándose con los muebles, enredándose en la alfombra, golpeándose contra las paredes. Necesitó mucha fuerza para quitárselas del cuello. Luchó contra ellas hasta que quedaron inertes sobre el piso. Acepta, sin embargo, que el exceso de trabajo en el diario y las exigencias de su esposa podrían haberle provocado un estado mental confuso.

 

 

 

 

 

 

 

Roxana Rajmilchuk

 

Donde el silencio refulge

 

Cooperación de ángulos

en geométrica tarea

descifrando el sitio

donde el silencio refulge.

 

Equidistantes soles taciturnos

urden invención prematura

en constelada intención.

 

Lunas poco afines

disgustadas de sombra

emiten vapores a noventa grados.

 

Cruzada de líneas

me entretengo,

punto refractando

haces aleatorios.

 

Ceremonia de incertidumbre

 

Susurro hueco,

hilván en tapiz de arena,

imposible engranaje de alas

en seres de perfil áurico.

 

Tanteo de avispa

apenas aproximada,

guirnalda de mariposas,

coronación absoluta

en ceremonia de incertidumbre.

 

Acecho de abismos,

avistaje de colibrí esporádico,

frágil cáscara de ciertos frutos,

hostias de sutil impacto.

 

Sondeo de imágenes irisadas,

temblor en mejilla anonadada,

monitoreo de interiores

en seres habitados por subsuelos.

 

 

 
Nora Jaime

 

¡Ámame ahora!

 

¡Ámame ahora! que aún fluyen mis pensamientos y

puedo jugar con las palabras.

Entretejer en todos los sentidos para crear su trama.

 

¡Ámame ahora! que la brisa leve me mece, el viento

me agita y puedo percibir la diferencia.

 

¡Ámame ahora! que todavía puedo articular las manos

y las piernas, para poder huir y elegir quedarme.

 

¡Ámame ahora! que aún puedo dormir y despertar

creando y recreando otros mundos, otras realidades.

 

¡Ámame ahora! que puedo distinguir el agua, el fuego

y  los otros elementos.

 

Cuando mis pensamientos sean estáticos y sucumba

a la quietud, cuando no pueda jugar con las palabras

para tejer y destejer su trama, no me ames. Ya no seré. 

 

Zulma Nicolini

 

Mochila vacía 

 

Veo arriba de mí el cielo sin fin…

¿Cuánto pesa tu vida?

Has de cuenta que tienes en tu espalda una mochila.

Mete en ella recuerdos, hechos, rostros,

risas, vivencias, libros, paisajes,

tus muebles, tu auto, tu casa,

todo. Que nada te quede.

Intenta caminar.

No podrás.

Sentirás las correas lastimando tus hombros

y no avanzarás.

Es demasiado peso.

¿Qué tal si prendemos fuego a la mochila

y despertar sin nada?

¿Cuál sería de verdad la sensación de libertad

que nos invada?

Así poder volar y volver a sentir

sin dejarse atrapar por pasados infaustos.

El peso de la mochila, lo real y lo irreal

con que la llenas.

Poder caminar, los hombros libres,

la espalda erguida, sin dolores,

ni el resto de antiguas cicatrices.

Tal vez así vivir en plenitud.

El alma una página en blanco.

Y el cuerpo, el cuerpo por fin una nada.

Veo arriba el cielo sin fin

mientras prendo fuego a mi mochila.

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


San Carajo  Mary Vicy

"Patrono de las almas sensibles"

 

Este "santo" existe desde que el mundo es mundo. Suele ponerse de manifiesto en los estallidos emocionales frente a hechos divinos o terrenales y es ahí cuando se lo descubre y sin querer, se lo comienza a invocar.

Automáticamente, una catarsis emocional (tipo "sunami") se apodera de nuestro ser y cuando explota, produce un alivio increíble y todo conflicto vuelve a fojas cero.

Las consecuencias de este milagro hacen que uno vea los hechos desde una perspectiva diferente y por momentos, hasta triunfante.

Ya la Biblia se hizo eco en ciertos pasajes de su historia. Ejemplo: en el Génesis, cuando Dios (de aburrido nomás), ante la inmensidad del tiempo que tenía por delante, piensa que "carajo" podría hacer y crea el Universo. Otro relato interesante es el Arca de Noé. También el Creador, frente a la testarudez de los mortales, no solo los manda al carajo, sino que también les manda el diluvio como si se tratara de una buena lavada de cara para que se despabilen de una vez por todas y aprendan a convivir.

Hay que ver que sus reacciones divinas no tienen nada que ver con las nuestras, terrenales,  pero lo que nos dejó, es ese divino alivio que produce cada vez que invocamos al Patrono de las almas sensibles.

El perfil psicológico de este "santo" tiene un sin fin de características bastante parecida a las de sus seguidores, sin respetar alguna en particular. A saber:

Cuando uno está en una actitud de desconfianza pregunta: ¿De qué carajo me estás hablando? Si por el contrario, está seguro…

¡Andante al carajo con esas historias!

Si tiene un poco de culpa: ¿En qué carajo estaba pensando para hacer esto?

Si manifiesta una confusión de roles: ¡No sé quién carajo soy!

Si pretende un poco de intimidad:

¡Se va todo el mundo al carajo que quiero estar solo!

Si un día no quiere hacer nada, aclara sin culpa: ¡Hoy estoy de fiesta, es el día de San Carajo!

Y así sucesivamente.

¿Cuál es su aspecto físico? Es el paradigma de la metamorfosis y depende de quién lo reclame. Ante un estallido, suele reflejarse en los espejos o también, en las caras de los molestos de turno.

Lo bueno de este "santo" es que lo puede invocar cualquier ser humano, en el idioma que más se sienta cómodo: jefes, subalternos, amigos, enemigos, familiares, vecinos, propietarios, clientes, hinchas de cualquier equipo, credo, raza o religión, pueblos, gobernantes, monjes, etc., etc.

El día del Patrono de las almas sensibles se celebra todos los 29 de febrero, es decir, cada cuatro años.

¿Por qué? Porque a los que inventaron el calendario les sobraba un día y como no lo podían agregar como si fuera un decimal en un entero, se vieron en la necesidad de acorralarlo en un mes incompleto, eligiendo febrero, mes cortito donde uno se repone de las fiestas de fin de año y también toma conciencia de que a partir de marzo, hay que enfrentar la realidad como sea.

Por esa razón, a ese día que sobraba, lo mandaron al carajo y cada cuatro años, se lo recuerda igual que a una causa perdida.

El mito popular lo rescató del exilio y estableció que esa fecha sería dedicada San Carajo.

Lo que yo propongo, a través de las redes, es que cada uno manifiesta en que momento y a ante que situación suele invocarlo y de esta manera formar la gran cofradía global, bajo la protección de este "santo" popular, SAN CARAJO, Patrono universal de las almas sensibles.

 

 

 

 

 

 

La asamblea de sus postrimerías

Juan Manuel Pérez Álvarez

 

Qué contento me sentí después de que el chamán me leyera la carta. ¡Qué saltos de canguro daba, qué sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi halo! ¡Podía curarme cuando quisiese, según el comunicado, del modo y forma que prefiriese! ¡Qué sensibilidad tenían aquellos muertos, qué ardientes eran sus entrañas! Estaba como unas castañuelas, sabiendo que los muertos no se oponían a mi curación y que la aprobaban con fórmulas animosas. Con este remedio farmacológico me retiré a mi domicilio, me acosté en la cama y me puse a leer la Biblia, como los misioneros. Fue entonces -con estas piadosas costumbres- cuando descubrí de qué pie cojeaba mi enfermedad porque supe que estaba enfermo, cosa que antes desconocía, porque no me había parado a pensar en ello. También deduje que podría haber ayudado al desenlace de la sintomatología el hecho peregrino y cosmopolita de no haber comido a manteles ni de haber probado bocado en todo el tiempo que estuve en la isla, y para persuadirme de la veracidad de esta hipótesis, les pregunté a los habitantes de la tribu genuina de hombres y mujeres de pro o tal vez de contra si seguían la costumbre general de llenar el estómago, o si por el contrario lo dejaban vacío como una caja fuerte desvalijada. Me dijeron que no sabían lo que era comer. Cuando se lo expliqué se echaron a reír y tuve que recogerlos para que no se derramasen en el mar de la ironía, cuyas orillas están sumergidas, y también les dije que, por respeto a mí, que era extranjero, deberían mantener la compostura procurando al menos reírse solamente a mis espaldas.

-Es que -se explicaron- comer es el ejercicio más estúpido del mundo, según nos lo describe, y solo puede compararse a arar en el mar o a esconder una vela encendida en un pozo y luego cerrarlo.

-Díganme la causa- quise querer saber.

-Pues la causa no precisa de excesivas consecuencias para hacerse notar -me explicaron los insulanos- porque si usted hace lo mismo que deshace, expulsando por un orificio lo que por otro introduce, actuará como Sísifo -no me dijeron exactamente Sísifo, aunque sin duda quisieron decírmelo- y echará a perder el trabajo realizado.

-Es la ley de la naturaleza -argumenté- Nadie puede quebrantar la ley, exceptuando a la propia ley inquebrantable.

-Pues esa ley no ha pasado por el parlamento de esta isla -me aseguraron- así que para nosotros no tiene aplicación.

-¿Cómo no?-repliqué- ¿Acaso están ustedes fuera de la naturaleza?

-No es eso -argumentaron con modestia los isleños- Es que la naturaleza está dentro de nosotros.

-Son ustedes muy soberbios- volví a la carga por la rabia que sentí cuando me dieron una respuesta tan certera.

-La soberbia está dentro de usted, no dentro de nosotros- me confesaron.

Desde entonces comprendí que hay que visitar muchas islas para comprenderse nítidamente a uno mismo. Y también comprendí lo que significa el verbo comprender, padre de todos los verbos, que consiste en asumir internamente a través de lo invisible -la ciudad sobrehumana y divina- la ironía perfecta y consumada de lo visible. Es decir, se necesitaba un sacrificio, y todos los espejos me acusaban. Aquellos isleños me trataban a cuerpo de rey, y aquello tendría que resultar sospechoso teniendo en cuenta que con tanta popularidad solo un mono era capaz de hacerme sombra. En la isla Reineta no hay oro ni plata, ni siquiera petróleo, sino solamente caucho y ambrosía. Lo demás es selva y arena, amén de algunas montañas y termiteros con vistas al mar amarillento, que algún profeta del Antiguo Testamento no dudaría en llamar con voz de quincallero mar de luz. Las más de las veces se disfrazaba de azul pero interiormente estoy seguro de que tenía este color, y la prueba de ello es que no hay nadie excepto yo mismo que pueda decir lo contrario.

Un día llovió bastante, aunque la lluvia caía sin mojarnos, pidiendo permiso y apartándose cuando se acercaba a nuestras ropas de gala.

Determinamos todo el pueblo y yo excepto el mono, que a la sazón estaba entretenido con el periódico del día, como hacen los de su especie, de hacer una expedición al volcán del Ardiente Beso, que estaba domiciliado en el centro sur de la isla, para ir a recoger ambrosía y caucho, que como ya indicado, es lo que más abunda en esa región difícil de imaginar. Tomamos el Tren de los Trolas, de sexo femenino-, unos seres mitológicos que calzan zapatos deportivos con una cámara de orgón y pueden desplazarse a muchísima velocidad, haciendo ondear sus cabellos largos y sucios, que se ponen de punta con el rozamiento del aire, dándole ese aspecto tan característico que hace que parezcan informales y feos, aunque yo los he visto quietos y doy fe de que son hermosos como cualquier entrañable alimaña. Gracias a su alta velocidad alcanzamos la cumbre del volcán antes de ver siquiera la base, y pusimos los pies en lo alto con mucho cuidado de no precipitarnos al lugar que habíamos sorteado. Vimos una enorme boca gigantesca que no nos dijo nada, pero que nos dejó estupefactos al mostrarnos una lengua de lava en su interior, una lengua muy larga, mucho más larga que la de un murmurador, y un poco más corta que la de una murmuradora, a la cual si le daba por echarse a conversar sería allí Troya para nosotros. Entonces sentimos miedo y comenzamos a arrimarnos unos a otros como para no coger frío, aunque de hecho, las nubes livianas se derretían en agua con el calor. Entonces, con unos prismáticos de noble plástico contemplamos la caverna incandescente del volcán y pudimos admirar la Morada de los Grifos, que construyen sus nidos con caucho y ambrosía -y un poco de betún de zapatos- y no cesan de escupir lava por sus picos de plomo, como grifos que son. Un grifo -para los naturalistas curiosos sea dicho- es un bichejo del tamaño de una cabra, cuadrúpedo y cubierto de plumas, actualmente, a causa de una modificación genética patentada por unos comerciantes europeos, tienen el cuerpo cubierto de billetes de dólar- y se dedican a construir nidos para sus polluelos, así como a acumular grandes sumas de dinero para concederse préstamos entre sí. En aquel momento estaban distraídos cotizando en Bolsa, que es un enorme pellejo de cuero de cabra lleno de excrementos de nácar que relumbran como una luna artificial -como esa luna de los astronautas-. Decidimos que yo bajaría a la lengua del volcán -la incandescencia de mi piel entre la incandescencia de la lava pasa desapercibida si no se mira demasiado- y que pondría una pica en las entrañas del desafiante beso de la tierra que estaba a punto de seducirme. Dicho y hecho. Veni, vidi, vici.  Quiero decir, que me eché como un Empédocles al vacío de aquella sima de metal fundido que gemía como una parturienta para rescatar -¡codicia humana, a dónde te precipitas!- oro podrido de bilis y ambición para llenar unos estómagos sin fondo. La codicia seduce incluso al más puro de los hombres, como sedujo a aquellos buenos moradores de la tenebrosa isla que flota en mitad del mar universal, sostenidos en la Divina Providencia. Vi a los grifos. Ellos me vieron a mí. Nos enfrentamos en una lucha sin cuartel, yo contra diez mil de ellos que gritaban y clamaban como un millón de demagogos. Los cogí a todos por la cola y los zarandeé en el aire hasta volverlos fuego puro que me hizo elevarme en la caverna volcánica como si estuviese en el ascensor de un misil. Me elevé por encima del dinero, por encima de los hombres de la isla, por encima de las ambiciones humanas, y pertenecí para siempre al territorio del cielo. Mi cabeza se metamorfoseó en una partícula de piedra durísima e indestructible, y cabalgué a lomos del palafrén del tiempo hecho sangre de fuego, esa misma sangre que somos, esa misma sangre de la verdad que se llama Espíritu, y que en una ocasión y para siempre se vertió sobre nosotros otorgándonos el don de la palabra. Ahora soy un héroe ejemplar que viaja por el cielo, más allá de los abismos volcánicos del pecado y la maldad humanos, hecho antorcha de santidad y libre y completamente feliz por consiguiente, como una forma que se hace materia en la mente de cada uno que la encuentra, comida y bebida de comprensión, de esa comprensión inaugurada por el que vino antes y está por venir ahora, por ese mar de luz en el que la isla se sostiene, y que no es otro que el vino de la alegría sobre el pan de lo imperecedero, fuente oscura nunca del todo conocida y perpetuamente sólida y manifiesta en el canto de toda forma".

Así concluyó el cometa el Cuento de la Historia, que siempre es la misma aunque narrada por generaciones diferentes. Aún así, no comprendí la causa por la que el cometa había quedado enzarzado entre las ramas de un árbol. "Fue un simulacro", me confesó, "como toda tu vida anterior. Ahora empieza tu verdadera vida, más allá de la isla de la tristeza, sobre las aguas del mar de la música". "Estoy enamorado", le dije, pero ya se había vaporizado en el espacio de rostro sin límites y de facciones emocionales.

Me quedé solo.

¿Dónde estaba la tonelada de rosas que le rendiría a mi amada en sacrificio? No las veía por ninguna parte. Era de noche y el ballet de las estrellas relumbraba como un lejano espectáculo. ¿Qué tenía que hacer ahora cuando mi papel de antes yo había terminado? Ni siquiera tenía nombre. "Necesito un nombre", pensé, "aunque sea conocido y vulgar".

La calle estaba vacía y la plaza en la que me encontré con ella tenía la forma de una lágrima. Oí un ladrido. Era el Perro Pobre de mi última hora, cubierto de llagas, un tanto cansado de esperarme, famélico pero nunca rendido. Recordé el duelo con el enano de mi egoísmo, el disparo que había rebotado sobre el corazón, y luego el cometa que me había hecho comprender y despertar. "Solo falta ella", pensé. Intenté encontrar su mirada dibujada en alguna parte. Nada. Vacío sin intención de cambio. Y el Carnaval de los Elementos había desaparecido.

-Ven - escuché una voz familiar.

No era el perro de mi Última Hora. No era el dragón del viento. Era su voz. Solo su voz de pie delante de mí, pero aún no la veía.

-Mírame -escuché-.

Miré de nuevo. El Perro Pobre estaba sentado a sus pies y ella me sonreía, me hablaba con un acento más antiguo que el tiempo, y con la suavidad de una caricia. El surtidor de la fuente había puesto fin a la noche cuando desperté en los brazos de mi madre con el nombre nuevo que me introducía en la vida: Amor.

 

Taller de Tarot para el Autoconocimiento

 

   Cada carta del Tarot posee un significado que se relaciona directamente con estados del alma, circunstancias y personas, y nos conecta con el pasado, el presente y el futuro.
De acuerdo con la teoría del psicoanalista Carl Jung, los Arcanos del Tarot representan arquetipos que sugieren aspectos de la vida.

   Por ello nos remiten no sólo a lo inmediato, lo evidente; sino que representan las experiencias de la persona, sus propias pasiones, deseos y motivaciones inconscientes, ya que los símbolos reflejan directamente lo que hay en nuestras memorias atávicas y memorias de nuestra vida individual.

   Las circunstancias no suceden por azar. Nada ocurre por casualidad. Ni siquiera existe la casualidad como tal.

   Cuando seleccionamos y extraemos una carta para representar una situación o persona, el principio que opera es el de sincronicidad, concepto que Jung ha tratado extensamente.

   Extraemos la carta justa para decirnos aquello que debemos saber, aquella cuyo simbolismo responde a nuestra pregunta.

El viaje a través de las cartas del Tarot, es básicamente, un viaje a nuestra propia profundidad. Cualquier cosa que encontremos en este viaje es, en el fondo, un aspecto de nuestro más profundo yo.

 

Los invito a participar de este viaje en un espacio creativo, mágico, cálido y profundo.

María de Lujan Arévalo

Psicóloga Social - Consultora en Psicología

Tel.: 03488 447160 Cel.: 15 4044 8770

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Juan y el perro Mirta Soler

 

¡...pintaron las paredes! Exclamó Juan. ¿Qué habrá pasado?

Nadie pudo contestarle la pregunta.

¡Señor! ¡Señor! palabras que emergen de algún lugar de la calle  los sorprenden.

Juan pudo encontrar la vocecita que lo llamaba.

¡Busca a mi papá! preguntó el niño.

¡Esta es mi casa!  ¿Le gusta? ... Mi papá pinto las paredes amarillas porque le gusto el color... y también tenemos gallinas en el fondo, en el gallinero, ¿quiere verlas? , Mi papá las trajo el otro día y... los perros, es que la picha tuvo cuatro cachorritos, ¿quiere verlos?

Juan se quedó inmóvil, por la sorpresa y tantas palabras...

Es que pasaba por aquí, y me quede mirando tu casa, sí tu casa amarilla... porque yo cuanto era pequeño... con mis hermanos...

El niño lo observa e interrumpe, No, yo vivo aquí con mis hermanos, pero ahora no están, se fueron a la casa de la abuela, por que mi mamá ahora no está...

Bueno, pero yo te quiero contar que cuando yo era niño,  vivía en esta casa  con mi madre.

Y donde está tu mamá?... por que mi mama, se enojó con mi papa... y un día se fue... pero después volvió porque "yo y mis hermanos estábamos tristes", llorábamos, y mi papá le dijo que se quedara, porque la perdono...

Bueno vamos a tratar de entendernos, yo vivía en esta casa cuando era niño con mi mamá y mi papá...

Ah, bueno, ya te entendí, pero  yo te quiero contar que mi papá se enojo con mi mamá, entonces mi mamá se juntó todas sus cosas, y se quería llevar la mesa, pero mi papá no la dejó, le dijo que se podía quedar, porque la perdonó y nosotros  ahora ya  no  estamos mas tristes...

Juan, ya no sabia como explicarle que él vivió en ésta casa y decide preguntarle por los perros

¿Y bueno ahora me puedes mostrar los perros?

¡Si! ¡Si! Le dijo el niño, y lo hizo pasar, Ves esta es la picha, y tiene todos estos perritos... y mi papá me dijo que los tenemos que regalar porque no tenemos para darle de comer, y a mí me da lástima, pero es que si se quedan los perritos, no tendremos comida para nosotros...

Juan ante tal situación estaba muy conmovido quería recordar a sus tiempos de niñez y el niño lo aturdía con tantas urgencias.

Te vas a poder llevar alguno de estos perritos... este que tiene la manchita, marrón en la cabeza, o este que tiene la colita negra,  este mira que lindo, que cara de bueno, mira los ojitos que lindo, parece que te quieren, ¿cuál te vas a llevar?

¿Dónde está tu papá? preguntó al niño...

Allá lejos, se fue temprano, porque tenia que pintar una casa verde, y el señor le paga... pero la tiene que terminar porque pinta, pinta todas las casas,  ¿Sabías porque las casas estaban todas tristes? Y él le puso colores a todas, ves aquella azul, aquella violeta, esa de color rosa, bueno mi papá las pinto a todas  y ahora ya no están mas tristes.

Y...  no tengo más ganas de contarte, ahora te llevas ese perrito, porque mi papá me dijo que los regale, y te voy a regalar el de la colita negra.

Juan, tomó en sus brazos al perrito, se alejo pensando en todo lo que le había dicho el niño, pero lo que nunca pudo encontrar fue el color de la casita que el buscaba, la casita de su niñez, y al final de camino pudo ver en los ojos del niño, los momentos de su vida corriendo por esas misma calle con muchos perros y muchos sueños y en los ojos vidriosos del cachorro  descubrió que ya no tenía motivos para estar triste.

 

La Leyenda de Melincué-mapuche

Osvaldo Risso Perondi

 

Cuenta la historia que sobre la laguna vivían en la Toldería Mayor el gran Cacique Melín junto con su mujer Nube Azul y a su hijo Cué.

Que los tres se amaban por sobre todas las cosas, y que ella defendía y cuidaba a su hombre del cual estaba perdidamente enamorada.

Tanto lo amaba, que cuando él salía de excursiones, ella no hablaba con nadie hasta que regresara, y que durante todo ese tiempo, sus ojos derramaban lágrimas que ella decía que sólo eran de dolor y de amor.

En una de las excursiones realizadas por el Ejército, tristemente célebre campaña para desterrar a los indígenas de las pampas, un grupo de indios Ranqueles, liderados por el Cacique MELIN, fue emboscado a la orilla de la gran laguna y masacrado sin misericordia.

A la matanza, sólo sobrevivió su esposa, quien huyó en su caballo, un tordillo brioso e inteligente que la llevó malherida hasta una de las islas de la laguna.

Allí la mujer, a aterida de dolor y furiosa por la muerte de su hombre y de CUÉ , el hijo de ambos, maldijo a los blancos antes de morir.

En su agonía, y llamando al lugar MELINCUÉ, por su hombre y su hijo, le deseó al pueblo que las aguas de la laguna crecieran y que de a poco fueran tapando con sus olas todo el lugar.

Y el agua creció. Creció tanto que anegó campos y llegó al pueblo y se apoderó de él durante varios años, haciendo que sus moradores vivieran en un continuo estado de alerta

El ejido  quedó  bajo las aguas, miles de hectáreas se convirtieron en  estériles, pues la altura de la laguna, ya transformada en Lago, las fue anegando  pausada pero efectivamente.

Los moradores más antiguos aseguran que en noches de lluvia, el espíritu de la india sopla y sopla para que el agua llegue al pueblo y dicen también que hasta  que no haya un acto de desagravio por tamaña matanza, su espíritu lleno de furia, dolor y amor por su familia y su pueblo seguirá rondando, y los males no cesarán de llegar  sobre la población y el espejo de agua.

Adaptado  por  ZAIDENA

 

La  mantita Silvia  Loustau

 

Llovía aquella tarde cuando tomó la mantita, había estado envuelta entre tules. La mantita, livianísima, como tejida por luciérnagas.

La extendió. Nube blanca y cielo azul, un perfume a infancia, casi irreal se desvaneció en el aire. Que pequeño, qué pequeño, mi changuito, pensó la mujer.

Vestida de silencio y tormenta teje, en el borde de la pañoleta, almenitas blancas, almenitas celestes.

Almenas contra los gigantes verdes, mi niño. Contra quienes  deseen romper tus sueños. Se, chiquito, aún no conoces la existencia de   monstruos oliendo agrio; si, si, lo de enormes zapatones sucios, los mismos que aparecen en  alguna  pesadilla.

¿Escuchas el viento? Huele a mar, a sur. Aúlla, habla un extraño lenguaje de páramos desiertos. De una tierra que no conozco.

Mira, gurí, tocala, no, no es humo, es tu mantita, tan liviana, la confundes, quizá es el sueño que te cierra los ojitos.

No sé, no sé, porque siento estos deseos de llorar. Tonterías de madre, diría tu abuela.

Ya verás, te arroparé con este trocito de lanas fugaces, celestes y blancas.

Una ráfaga fría y otra ardiente. La turbonada que viene como una lengua del diablo. Silencio. Compás de espera. De pronto corren. Se esconden. Recuerdan viejas cosas. Se quema la hierba. Se oscurecen los espejos. Alguien grita. Alguien grita. Grita.

Olor a almendras. A joven cadáver. A frío de abril

La mujer se arrodilla. Sobre  esa tierra indómita tiende la mantita del niño. Su niño. Él que gritó

A todos los caídos  en Malvinas, otra generación desangrada para abrir el camino de la libertad.

 

FOTOS GABRIEL

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Los que se van y los que llegan Ricardo  Allievi

"Hay dos clases de viajeros: los que se van y los que llegan. Los que se van miran el mapa y los que llegan miran el espejo." Assus Boulmetis

 

 

1890

Había decidido emigrar a la Argentina.

-No sé por qué- se dijo Adolfo. Quizás porque un "paisano" que lo había hecho antes, le mandó una carta contándole que estaba mejor que en Italia.

Ambos sabían que es duro el tiempo de pobreza en su "picolo paese", un pueblo chico, cerca del lago di Como.

Partió. Su único equipaje fue un baúl de madera cerrado con un candado de hierro. Adentro estaba su escasa ropa que incluía una camisa blanca, un traje negro, un moñito, sus herramientas de carpintero y ebanista, sus bocetos de tallas en carbonilla y, el resto, todas sus esperanzas.

Todos venían a "hacer la América" y algunos, con esfuerzo y mucho trabajo, lo lograban.

En el barco, por curiosidad, miró un mapa que decoraba el comedor y buscó... buscó... buscó, hasta que en un extremo, donde terminaba el mundo, encontró el paese d' Argento con un ancho río del mismo nombre que bañaba la ciudad como un anuncio anticipado de riquezas.

 

1928

Isaura, años después, también emigraba a la Argentina. No por decisión propia -porque tenía trece años- sino de sus padres, en Galicia.

Ellos tenían muchos hijos, vivían sacrificadamente en el campo y se abastecían con los animales y sembrados, cuidados en la planta baja de la casa, como la única vaca o en el terreno adyacente, como las gallinas, los cerdos y las verduras.

-No eres varón para trabajar la tierra o cuidar los animales; hay muchas mujeres para la cocina y las tareas de la casa. Eres sumisa y obediente. Conoces las primeras letras, los números y las operaciones. Te hemos dado las herramientas para que te valgas por ti misma y aquí, el futuro no es promisorio. Harás el viaje a la Argentina con los tíos que allí están bien y, cada tanto, vienen a España para vernos a todos nosotros.

Ella no había visto el mapa porque el cura de la escuela no se lo había mostrado.

Por eso el viaje le pareció tan largo, Buenos Aires le resultó tan grande y el Hotel de Inmigrantes, tan triste.

Cuando se instaló en la casa de la familia del médico a quienes debía asistir y se miró en el espejo con el uniforme y el delantal, se vio despedazada por la falta de familia y sus afectos.

 

1945

Evaristo desafió a su amigo y compinche de travesuras y locuras de infancia y adolescencia a conocer y recorrer mundo.

El escribiría a Argentina y su amigo a Brasil. Ambos irían juntos al país que les respondiera primero.

Evaristo ofrecía su trabajo como carpintero a otro de Buenos Aires con quien había trabajado su padre en sus años mozos.

Aquí, una hija, recorría negocios del centro para comprar la tela de su traje de novia.

Encontró la que más le gustó en una sedería, cuyo local era conocido por ella y toda la familia.

Le contó al dueño del local que allí, su padre había tenido muchos años un negocio de muebles.

-¿Y cómo se llamaba tu padre?

Pero mire... ¡qué casualidad!... hace unos días llegó a su nombre una carta de España- y se la entregó diciendo: -¡Qué suerte... éstas son cosas del destino... porque no sabíamos a quién entregarla!-

Como su padre había fallecido, ella se la entregó a su hermano que estaba al frente del taller.

El hermano la leyó, aceptó el pedido de Evaristo por conocimiento con el padre, le contestó con otra carta en la incluía un pasaje a Argentina.

Evaristo cumpliría su afán de aventura y recorrería el mundo.

Puso a su madre en antecedentes de todo y su decisión de venir.

Ella, entre lágrimas y suspiros, le hizo prometer que iría para cumplir su palabra, trabajaría hasta saldar su deuda del pasaje y retornaría a España.

Él no tuvo necesidad de mirar el mapa porque ya lo conocía.

Cuando llegó a la carpintería que estaba el fondo de una enorme casona antigua, le llamó la atención un espejo del comedor, de pared a pared y del techo al piso, con un hermoso marco tallado.

Preguntó en la misma casa en la que compartía también la comida, quién lo había hecho y le dijeron: -Fue el último trabajo de su padre y nos lo dejó como regalo, antes de volver a España.

Poco antes de su muerte, Evaristo, solo recuerda que en el momento de la partida no miró el mapa, que aquí miró un espejo y que se casó con la hija menor del carpintero, cuando quedaron los dos solos.

 

2005

El candado del baúl de Adolfo, lo tengo en mi poder, heredado.

La llave de la casa de Isaura, la recuperé muchos años después, antes de que falleciera, en el último viaje que hicimos, en 1979.

De Evaristo, tengo los recuerdos de sus habilidades y destrezas con la madera y el de aquella cama de mi juventud que ya no está.

He mirado mapas y espejos antes de conocer Italia y España, ciudades y pueblitos, baúles y casas; fui y volví.

Ahora miro sólo el candado y la llave.

 

 

 

 

ESPACIO NORMA PADRA

Café literario

 

TU CITA ES EL SABADO

 

“V Festival de Poesía Palabra en el Mundo”

 

21 de mayo a las 18.30 hs.

y todos los terceros sábados de cada mes.

Programada en "La Subasta"

Río de Janeiro 54, cap.

-Entrada libre y gratuita-

Coordina: Norma Padra

www.revistapapirolas.blogspot.com

normapadra@gmail.com

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


COROLARIO  CELTA

 

Hacia la noche,

las hadas encienden sortilegios

y liberan espíritus antiguos

                 ocultos en las piedras.

 

El viejo roble,

morada de los dioses,

es el santuario que hechiza

                  la palabra del druida:

por cada letra, un árbol;

cada batalla, un mito.

 

Hogueras prodigiosas

celebran el triunfo de la tribu.

Rugen vibraciones.

 

Los ojos, bizarros, centellean.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Lina Caffarello

 

PRÓLOGO CELTA

 

Un círculo en el bosque,

una piedra y el crepúsculo. 

 

Vi el santuario. 

Vi el misterio formulado en el follaje.

Vi el caldero que unge las espadas.

Vi a los héroes proyectados por la luna.

(De azul, se pintarán de azul.)

 

Erudición guerrera

que es mandato de los dioses.

(No escribirán: la magia no se escribe.)

 

En la unidad mística del trébol,

tres grullas,

tres ríos,

GALERIA DE ARTE

ALBA

 

INTERESADOS

Remitir material y antecedentes para evaluación

 

COORDINADORA 

PAULA SANCHEZ

 

 

Av. Belgrano 875  - Capital Federal   (1092)  - Telefax :  4343-9411

 

 

HORARIOS

Inauguraciones : de 19 a 21 hs.

Galería ; Lunes a Viernes de 11 a 17 hs.

 
 

tres aullidos.

 

CEREMONIA  CELTA

 

Cantan,

y su canto brama;

vocalizan conjuros y victorias.

Brama el bosque en la neblina.

 

Ríen,

y sus dientes de mora

intimidan a elfos y a fantasmas.

Crujen los ojos, las quijadas.

 

Danzan,

desnudos y azules,

y en la danza más temible

fulguran las espadas, azules y desnudas.

 

Cantan, ríen, danzan:

convocan a los dioses

 

y el viento derrota al enemigo.

 

Un dulce despertar Jorge A. Gonzáles  (Peru)

 

Mi dulce AMOR sabes te cuento algo para ti sola, no me lo vas ha creer, hoy me ha despertado! si un brazo y al despertar y mirar a mi lado, encontré a la mujer mas tierna y sencilla que halla conocido, sabes lo que mas me llama la atención es que siento haberla conocido mas antes, si no me equivoco fue un 14 de Mayo del 2009, claro ahora que lo recuerdo fue una noche como las hay pocas, el cielo estaba estrellado y la luna resplandeciente y las aves trinaban a lo lejos. Fue una noche muy especial porque fue esa noche que descubrí en mi algo que nunca en mi vida había sentido, sentí que existía la mujer que me podía hacer cambiar, si aunque te parezca algo insólito te preguntaras como y porque alguien que recién conocía podía hacer esto en un hombre que había sido minutos antes un mujeriego que no le importaba andar con una y otra y que a ninguna de ellas respetaba. Es que esa mujer tuvo algo muy especial, no fue su físico sino la manera como nos conocimos desde ese día prometí cambiar y solo respetarla a ELLA sola, para que seguir buscando lo que ya había encontrado. Ese día sentí haber nacido nuevamente dentro de mi fluyo un sentimiento puro y verdadero no sabia que era hasta que entendí que me estaba enamorando, ¿si yo enamorado? jajajajajajaja, pero así fue, me enamore de la mujer mas sencilla que podía haber existido aunque ella aparentaba por su forme de vestir que era de esas creiditas que todo le apestaba y que caminaba en el aire pero me equivoque porque es la mujer mas sencilla la mujer que hizo que cambiara por eso es que hoy estoy contento porque esa mujer regreso a mi vida en un amanecer de invierno cuando creí haberla perdido. Y ahora no estoy dispuesto a dejarla partir así es no se ira nunca mas de mi vida TE AMO MI AMOR ERIKA.

 

Quemaron la calesita  Juana  Schuster

                               

Ese día se cubrió de llagas la calesita. El vacío y el dolor que vi en la foto del diario, me produjo una sensación de pena indescriptible. Esa imagen cristalizó mi momento de angustia.

No pienso un futuro, no imagino una transición posible, aunque me hablen de la reconstrucción.

El fuego, las llamas, devoraron los caballos, fagocitaron sus vísceras. Aún llegaban a mis oídos los gemidos de dolor.

Los patos no escucharán los acordes de la música infantil. Estaban irreconocibles. ¿Se puede romper un pedazo de infancia? Está demostrado que sí.

Las barcazas se encontraban partidas, con moretones. No cumplirán los sueños de los niños, de llegar a un puerto que los esperaba. Recordé que en los costados, había un trocito de mar pintado por un artesano. Quedaron restos de olas, moviéndose entre las cenizas en un vaivén fantasmagórico. ¿Cómo le explicaría a mi hijo?

Los espejos, con los flecos incendiados, reflejaban la tragedia convirtiéndola en dos. La duplicaban demostrando la maldad de ciertos seres que tendrán un devenir sin contenidos. Cerradas por el cerrojo de la perfidia están sus mentes.

¿Quién podía imaginar esto? Nadie. Porque no hay persona capaz de leer en la borra del presente, los actos de futuras desgracias.

El que vio el dantesco espectáculo, al salir, ya no era el mismo.

¿Qué le digo a mi niño interno?

 

Microcuentos José Víctor Martínez Gil (México)

                       

Mezcla lista. El albañil incorporó en el vaso de la licuadora leche, azúcar, chocolate, plátano y cemento. Los licuó. Luego sirvió el licuado en un vaso de cristal y se lo llevó a su jefe, como un gesto de demostración de que no había mayor problema por la falta de pagos.

 

Apuesta. Lanzaron los dados para ver quién amaba más. Quedaron flotando para siempre.

 

Perdonada. Ella lo confesó todo. Lo necesitaba. Tenía tantas cosas acumuladas que su conciencia era un bloque de hormigón. Se ubicó en el reclinatorio del confesionario, no esperó ni medio segundo cuando a través de la rejilla y entre sollozos lo soltó todo. Al final agarró su bolso, y salió del confesionario con la misma velocidad con la que había llegado. Avergonzada pero aliviada. Alejándose rápidamente del confesionario. Del confesionario vacío.

 

La carta robada. A sabiendas de que no era para él, abrió la enésima carta, con el único objetivo de evitar suicidarse.

 

Obra nueva. El albañil contemplaba su casa desde fuera, al tiempo que pensaba que su amada lo había dejado. La contemplaba con minuciosidad de arriba abajo. Entonces agarró el mazo que tenía a sus pies y con la misma paciencia con la que había construido la casa, comenzó a demolerla.

 

Percusiones. Ella le dijo que amaba la música de tambores, y desde entonces el corazón de él redobla.

 

Robo. El hombre entró por la ventana en la casa deshabitada. Se dirigió al salón, quitó el cuadro y accedió a la caja fuerte. La abrió con una facilidad increíble. Sustrajo lo que estaba buscando. Cerró la caja, dejó todo en orden y salió por la misma ventana. Acto seguido cogió las llaves que había sacado de la caja fuerte, abrió la puerta y entró de nuevo a su casa.

 

Vacío. Era la habitación más grande en la que nunca había estado. Ella intentaba reconocer aquella inmensidad. La almohada también era enorme; y las sábanas, tanto, que pesaban mucho. Intentó acceder a la lámpara para completar la escasa luz que se filtraba por aquellas ventanas tan amplias, pero la mano no le alcanzó. Entonces estiró la mano hacia el otro lado de la cama. Y encontró el hueco aún más grande que había allí.

 

Posdata. El sobre estaba vacío.

 

El rojo más deseado. La sangre sobre la nieve es más roja que cuando está dentro del cuerpo. A esa conclusión y lleno de éxtasis llegó él, mientras se desangraba después de recibir un disparo como consecuencia de su huída por haber robado por enésima vez, o quizás por última vez, el rojísimo rubí de la joyería Las Cerezas.

 

Amenaza. Las escuadras le dijeron a la regla: tomaremos medidas.

 

Bella. Quería estar más bella que nunca. Por eso tejía en su cabellera la trenza más perfecta, más larga y elaborada. Cuando la terminó, observó con detenimiento lo que ella consideraba su obra maestra. Al llegar la noche acudió a verlo. Más guapa que nunca, más radiante que nunca, más entregada que nunca, a pesar de que él no la merecía en absoluto. A la mañana siguiente, ella, delicadamente deshizo su trenza y se marchó. Y a él lo encontraron, ahorcado, sin que pudiera determinarse el arma del crimen.

 

Cosquillas. El lápiz, que afiló mal su punta, inició el trazo.

 

La respuesta. La mosca se posó en la ventana. El hombre levantó el matamoscas, y antes de proceder, le preguntó por qué las moscas siempre hacían tantas asquerosidades. Inesperadamente, la mosca le respondió con otra pregunta: ¿Por qué los humanos siempre hacen tantas asquerosidades? El hombre quedó atónito, y en el acto, y mientras le gritaba enfadado: ¿¡Cuáles asquerosidades!?, la aplastó.

 

Nuevo agujero de ozono. Como era un romántico, estiró el brazo para bajarle una estrella, pero no calculó bien la altura.

 

Punto y coma. Los acentos, las comillas, los paréntesis, todos los signos, acudieron a la boda del año.

 

Enemistad. Las tijeras decidieron cortar.

 

Publicados en la revista virtual Con voz propia, dirigida por Analía Pescaner

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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