domingo, 23 de agosto de 2009

Una reflexión sobre la poesía como música del alma - MARIA CRISTINA AZCONA

UNA REFLEXIÓN SOBRE LA POESÍA COMO MÚSICA DEL ALMA - MARIA CRISTINA AZCONA

La música del alma es ese sonido exquisito y a la vez hiriente, aquél que a veces no quisiéramos oír y ahogamos en el licor de un delirio infernal y mundano. Nos negamos a sentir el ser profundo que habita dentro nuestro y que nos convoca con el lenguaje de las mariposas invisibles que habitan en esa dimensión espiritual.

El batir de sus alas forma una sinfonía que intenta despertarnos, que intenta rescatarnos de tanta superficialidad. Trata de que vivenciemos la vida, que disfrutemos de la fibra recóndita, del meollo, que dejamos intacto mientras devoramos la fruta sin sentirle el gusto.

Los autores renuevan el goce mayúsculo de ser espejo de nuestra época postmoderna, al retratar en estos cuadros vivos, su propia luz y su propia oscuridad. Sinceros y totales como acróbatas circenses, se atreven a lanzarse a los abismos internos, desnudando sin temor alguno, su ansia y su ilusión-desilusión.

 En un devenir impredecible, la vena se cava con uña y garra y en ese sufrimiento se desangra y se desflora en lo mejor de sí misma.

La poesía, como aquellas mariposas, vuela y sobrevuela sin pena ni pausa, las agonías de un ser que naufraga y resurge de sus propias cenizas.

 El hombre se yergue, enhiesto en su coraza de carne y hueso, de sangre y médula, de piel y asombro, mientras el bellísimo acto de escribirse a sí mismo lo interna una y otra vez en el ámbito paralizante de su gloriosa caída. Muere, provisto de la condición de ser frágil como un cristal multicolor; frágil, como la misma música que lo seduce y que lo marea, que lo enciende y que lo ahoga en la eternidad del cosmos interior.

La poesía es la que nace de la víscera palpitante de un corazón que sangra amor, que se descarna a sí mismo con la crudeza del que quiere conocerse, del que quiere darse a conocer, mediante la maravillosa herramienta de dejarse llevar por el magnetismo de un delirio inacabable que lo conduce en la carroza de un designio íntimo...

La dimensión misteriosa del alma, aquella región donde los recuerdos muertos reviven y se confunden con el ahora trágico de este mundo, definitivamente incomprensible a la inteligencia pura, se evidencia extraño y a la vez natural para los ojos del lector ávido de emociones nuevas, en la poesía.

Maria Cristina Azcona

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