domingo, 22 de marzo de 2009

CUANDO LOS IDIOTAS RECLAMEN SU REINO

CUANDO LOS IDIOTAS RECLAMEN SU REINO

Millones de ciudadanos argentinos respaldaron expresamente todas las manifestaciones autoritarias registradas en la historia argentina, y otros cientos de miles fueron más lejos aún asumiendo toda una conducta militante en respaldo de aquellas actitudes, sea influyendo en la acción, calentando oídos, llenando las plazas, etc., ¿dónde están? No pudieron esfumarse en el aire ¿Cómo esconden lo que piensan? ¿Cómo es posible esconder personalidades tan evidentes? ¿Cómo disimular pensamientos tan deseosos de actuar? Estas fuerzas les reclaman acción, les exigen actuar. Si eligen ocultarse para siempre morirán. Es preciso tener la suficiente paciencia hasta que su propia impaciencia no les deje otra salida que emerger a la superficie en busca de aire. El conflicto del campo es rico en ejemplos de este re emerger: cuantos, cuantos de sus protagonistas hablan aquellos viejos lenguajes violentos, deseosos de mando, de uno y otro bando. Por otro lado, está tendencia de toda memoria humana a cansarse de mirar al pasado y que suele mostrar a quien busca enfrentar su historia y por tanto lo que de ella encontrará con seguridad también en su futuro, en tanto “futuro-hecho-pasado-hecho-cosa-en si”, por tanto fuera del tiempo, por tanto en cualquier tiempo, por tanto también en el futuro, como la imagen de alguien que “tira para atrás” incapaz de avanzar al supuesto “progreso”, o como aquel que corre el riesgo de “convertirse en piedra” según palabras recientes del Dr. Alfonsín citando un pasaje bíblico, confirmando esta tendencia del humano en situación de debilidad a buscar salvaciones divinas. Muy a pesar del ex Presidente, a muchos ¡que bella nos resulta aquella imagen del ángel de las pinturas que no duda en mirar el incendio que deja el paso de  la historia o la hermosura de esa mujer que tiene el coraje de mirar hacia atrás la destrucción que acontece, aún sabiendo que solo le espera un futuro de sal! de esa sal que da sabor y sentido a la vida y que nos diferencia otros pueblos como el de Chile que eligió no conocerla. He allí sin embargo, en el cansancio de la memoria, un flanco por donde intentan filtrarse los que anhelan volver.

¡Es necesario buscarlos, sacarlos a la luz! Forzar las discusiones en los ambientes más ordinarios, la casa, el trabajo, el club, la escuela, la universidad, etc. Ser indiscretos en las preguntas y comprometerlos haciéndolas de forma hiriente, agresiva, obligándolos a mostrar sus verdaderos rostros. De otro modo se mantendrán agazapados, listos para desgarrarnos a la primera distracción.

En nuestra búsqueda veríamos como en lugares, en las mentes más insólitas, pueden encontrarse intenciones acabadas, perfeccionadas en la acción autoritaria y añoradoras de mano dura, represión y dictaduras. Quién podría adivinar que en las imágenes inocentes que tan efectivamente nos gravaron desde niños y que se integran en la palabra “campo” estallarían actitudes de lo peor de la argentina? Lo mismo podemos decir de la conciencia de “mártir” y “sacrificio” que se tiene de aquella “generación del ‘70”. O de muchos que se muestran con una gigantesca sensibilidad social y que incluso se dedican a la actividad social, y que sin embargo conservan para si un corazón con enano fascista dentro. ¿Quién podría prever que justamente desde aquellos que parecen dedicados a los más alejado de la política, cultivadores de frivolidades permanentes, como Susana Giménez o Marcelo Tinelli aparecerían con tanta fuerza propuestas como la “pena de muerte” o la “vuelta del servicio militar obligatorio”? La misma sorpresa podríamos darnos si escarbáramos en las cabezas de los miembros de nuestras familias, de nuestros amigos, de nuestros compañeros de trabajo, en los más impensados. Por ejemplo: ¿Ud., buscaría en las cabezas de quienes supuestamente se dedican a las ciencias humanas, en la Facultades de Humanidades de las Universidades Argentinas sin ir más lejos; o en quienes surgieron de escuelas, o universidades religiosas, así se recibieran de Trabajadores Sociales; o en las cabezas de artistas, intelectuales, o los que se tienen por dedicados a la acción cultural; en nuestro partido; en nuestro gremio, etc., etc.? ¡Busque, no lo dude, que allí también están! se lo asegura alguien que ya los encontró más de una vez y sin plantearse si quiera la intención de buscarlos. De todos modos, si decide buscarlos, no tenga la picardía de excluirse, hay que buscar también dentro de nosotros mismos. Las sorpresas pueden ser conmovedoras.

Es que lo genial de estos sistemas, políticos, económicos o culturarles que nos gobiernan, es justamente la de haber tenido la enorme habilidad de lograr que los propios perjudicados defiendan y sostengan esos mismos sistemas: que el pobre desee ser pobre, que el de abajo alimente las diferencias de clase, que el débil desee ser dominado, que el que más ama desee ser sometido, que el esclavo no solo elija ser esclavo sino que adore engordar a su amo; que el inferior, aún sin quererlo, distinga siempre a su jefe; que elijamos y requetemil elijamos diariamente siempre las opciones que delatan y confirman nuestra condición de clase, realimentando nosotros mismos el sistema de diferencias que no ahoga; que retorzamos hasta la tortura nuestros cerebros y que no nos salga otra cosa que razonamientos siempre con la misma lógica, que como girando en redondo nos lleva al mismo pensamiento único, a tal punto que como dijera la Presidenta recientemente, pareciera un problema de “estructuras mentales” este no poder encontrar salidas originales y efectivas a crisis tan profundas como las que afectan hoy a todo el mundo, palabras que pasaron desapercibida, como pasó desapercibida la afirmación de su primer conferencia cuando prácticamente definió a la argentina como un país racista, palabras todas que debieran ser un escándalo por su trascendencia y no lo son porque justamente a quienes se le otorgó conciente o inconcientemente el poder de instalar los temas diarios de debate, no les conviene plantearlos sin autocuestionarse antes; etc.

Así, la naturaleza extenderá su dominio para engullir en “su naturaleza” también costumbres, hábitos, culturas humanas que el hombre naturaliza justamente para que no se distingan de la naturaleza y se la respete como tal. Una de las tantas cosas que dejarán de ser claras en esa confusión, será la necesidad que tienen las cosas creadas por la cultura de ser transmitidas, enseñadas, inculcadas: el incesto; el respeto a la vida o a los derechos del otro, a nuestros mayores; el acatamiento a las leyes, las normas, la propiedad, la libertad de opinión y muy posiblemente a la libertad misma, etc., a éstas el hombre no las reconoce como naturales de por si y a causa de su propio nacimiento, simplemente porque con seguridad no las encuentra con facilidad en su propia naturaleza: son creaciones culturales y por tanto la sociedad debe enseñarlas, transmitirlas, inculcarlas. ¡Cuántas sorpresas podemos llevarnos aquí también si averiguamos cuál es el grado en que nuestros jóvenes, incluso muchos adultos, pueden ser incapaces de reconocer un delito cuando se encuentran de pronto en situación! Esto, sin hablar de los pocos ciudadanos que saben cómo funciona su propio sistema de justicia, ¿Cuántos jóvenes o adultos saben hacer una presentación judicial o una denuncia por si mismo, sin acudir a un abogado que los explote? Es que el funcionamiento de la justicia, el derecho no es cosa de Dios, sino también cuestión cultural y este sí que no se enseña.

Cuando dos personas se pelean, ambas en calidad de enemigos, con el claro fin de buscar la muerte del otro, a nadie se le ocurriría pedirle a cualquiera de ambos contendientes que hiciera el papel de juez del otro, simplemente por que inmediatamente aquel sentenciaría la muerte de éste. Al parecido pasa en estos días cuando algunos se empecinan en colocar en el papel de jueces a las víctimas en el momento justo en que se encuentran impregnadas del dolor que provocan las pérdidas de seres queridos. Ante esto, es más imperioso que nunca reivindicar el principio de imparcialidad de la justicia, que garantiza la reflexión necesaria al momento de acusar y más aún de dictar una pena. Lo es más si se tiene en cuenta que muchos de los que proponen semejantes propuestas, habiendo sufrido inseguridad efectiva, se sabe que igual hubieran optado a favor de su implantación aún antes de haberla sufrido y en situación aparentemente imparcial. Siempre se termina en el mismo círculo, por que en lo que no se cree en verdad es en la recuperabilidad del ser humano, entonces, no se tarda en afirmar que es inútil gastar tanto dinero en largos alojamientos carcelarios, de allí, de cabeza a la búsqueda de acabar con ellos cuanto antes; entonces, la pena de muerte fuerza el retroceso en el tiempo y se pasará a buscar en propuestas como la baja de la edad de imputabilidad y allá lejos y muy cerca espera la detección de las tendencias por los análisis del ADN, agregado ya al viejo argumento, mil veces aparentemente comprobado, que muestra al hombre como lobo de si mismo, presentando cada nacimiento como una amenaza. Para colmo, como también es cierto que, y en mucho, los humanos nacemos con ciertos destinos de clase fácilmente detectables que delatan a casa paso el “lugar” social de riesgo al que pertenecemos y que por supuesto se utiliza para determinar nuestras tendencias, en vez de combatirlos en sus causas por supuesto. A esta altura del debate, el tema del aborto no tardará en filtrarse para enredar totalmente toda discusión en una cuenta de cuántas células más o menos hace falta para considerar un ser humano definitivamente formado, etc., La falsa pareja pena de “muerte-aborto” al menos logra pasar a los que estaban en un bando, al otro que antes detestaban. Ojala se entienda que nadie en verdad desea matar a nadie y que solo se trata de encontrar una solución justa a temas realmente conflictivos y concretos.

Mientras tanto, quienes dedicaron cada minuto de sus vidas a la frivolidad, idiotizando a nuestra sociedad y no solo a nuestros jóvenes, habiendo influido en las mentes de generaciones enteras, no es extraño que ahora reclamen su reino: “yo los idioticé, yo debo conducirlos” es lo que pretenden decir las Susanas Giménez y los Tinellis: sus propuestas de “pena de muerte” o de “servicio militar obligatorio” son máscaras que en verdad dicen: “yo soy tu conductor, tu eres mi creación ¡idiota! por tanto ¡yo! el más grande de los idiotas debo conducirte”. Lo mismo con esto del “servicio militar obligatorio”. No hubo nada más humillante para las generaciones que pasaron por él, y se lo puede comprobar en lo poco que se juntan los ex soldados de las mismas clases aún viviendo en las mismas localidades, a diferencia de las promociones de egresados de escuelas o universidades; ex compañeros de colimba que no dudan en cruzarse a la vereda de enfrente si les toca encontrar un conocido en la calle con tal no tratar nuevamente con él. Es que cada ex soldado lleva en la intimidad, en esas intimidades casi inexpugnables ocultas por cierto aire de falso orgullo varonil cuando hablan del tema, la humillación de formar parte de quienes no supieron o no pudieron defenderse ante algo que ni siquiera comprendían su porqué y que se les imponía por obligación; eso que, muchos no dudaban en realizarse operaciones quirúrgicas forzadas, o extraerse toda la dentadura, hacerse homosexual, casarse, tener hijos, auto accidentarse en el trabajo, cortarse los dedos o manos, conseguir certificados médicos falsos, etc., con tal de no ir a la colimba. Todo esto es comprobable por cualquiera que desee investigar, como es comparable que los que piden la pena de muerte o el servicio militar lo hacen, no con el movimiento impulsivo, inocente y sin mala intención como aparentan, sino con toda una carga ideológica que los respalda y que por suerte las Bonafini se encargan de ubicar nuevamente en el justo lugar que merecen. Tampoco es casualidad que la mayoría de los que proponen la vuelta del servicio militar obligatorio sean justamente los que mejor la pasaron allí: acomodados bajo las botas de algún jefe, de furriel, salas de arma, en el bar, el casino, la panadería, la cocina, de chofer, etc. Solo hay que preguntarles por su experiencia allí, se trate del Dr. Alfonsín o de algún seudo periodista y si no se tratara de esto, seguramente se tratará de quienes en verdad le encontraron el gusto a jugar a los soldaditos, a las armas y si actualmente no se dedican a la caza, en todos los sentidos que tiene esa palabra, no estaremos demasiado errados. ¡Averigüe!, ¡pregunte!, incluso a usted mismo; se lo pide alguien que hizo el servicio militar, que fue un buen soldado, con un buen promedio, y que sin embargo hizo lo posible por asegurarse salir en el primer mes de baja para no volver a hablar jamás del tema por experiencia propia y que a lo igual que con la pena de muerte, y por suerte como muchos otros, se opondría a ambas propuestas así sea el último argentino que lo haga.

                                                                                                                                                        Horacio Benito Maidana

                                                                                                                                                       Téc. An. en Adm. Pública

                                                                                                                                                              DNI 14.587.528

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