sábado, 14 de marzo de 2009

COSAS CUBANAS

cosas cubanas

 

 

 

 

Casos y cosas cubanas
VI
Cuando Celia se reencuentre
con sus amigos difuntos
estarán otra vez juntos
los hijos del mismo vientre.
Ya no habrá distancias entre
la casa de aquí y aquella
casa de allá, con la  estrella
que derrama su fulgor
para iluminar de amor
todos los recuerdos de ella.
VII
La vida —ese temporero
transitar por la existencia—
suele ser simple ocurrencia
sin ningún valor postrero.
Y es que el valor verdadero
que perpetúa la herida,
vale más si en la partida
se regresa a las raíces
con todas las cicatrices
de los golpes de la vida.
VIII
¿Quién puede  negarle a Celia
que ahora cruce por el aire?
¿quién puede hacerle un desaire
o robarle una camelia?
¿Quién de la alta filatelia
le puede negar un sello
para que conciba un bello
mensaje para  su Isla?...
¡Ya ningún temor aísla
su contacto con aquello!
IX
Ya no necesita ser
pasajera en un  avión
para llegar al rincón
que un día la vio nacer.
No le preocupa tener
ni pasaporte ni visa,
ni le hace falta divisa
de moneda americana,
y si visita La Habana
puede regresar sin prisa.
X
En el reino de la Gloria
Compay Segundo es la luz
que al lado de Celia Cruz
ha de eternizar la historia.
Y el río de la memoria
que agua de zafiro vierte,
regará surcos de suerte
y tardes de mariposas
que fertilicen las rosas
en el jardín de la muerte

16 y 17 de julio, 2003
Compay Segundo
CELIA CRUZ
I
Celia se fue de este mundo
con su gracia y con su arte,
y  ya su gloria comparte
cerca de Compay Segundo.
Gozan del sueño profundo
de una vida sin frontera;
ya no hay odio ni trinchera
que la razón les divida
porque se cubren la vida
con una misma bandera.
II
Allá, donde los fulgores
del cielo son más cercanos,
se tomarán de las manos
entre celestiales flores.
Contemplarán los colores
de una Cuba eterna y verde,
y si un recuerdo los muerde
por algún viejo rencor,
pensarán que el patrio amor
es lo último que se pierde.
III
Ahora la vida se mueve
desde el antes al después
porque todo existir  es
nada más que un soplo breve.
Quien por orgullo se atreve
a violar su estrella rara,
del hilillo que lo atara
pierde la seda y la punta,
pues sólo la muerte junta
lo que la vida separa.
IV
Ya, por los días de invierno
y las noches de verano,
Celia cruza de la mano
de los dioses de lo eterno.
Ya se alejó del infierno
de los tropeles del mundo,
y en un espacio fecundo
puede levantar su tienda
donde florece la hacienda
del viejo Compay Segundo.
V
Ya Celia Cruz consagró
su sueño después de muerta
porque a Cuba por la puerta
más ancha del cielo entró.
Yo sé que ella demoró
su regreso por sofisma,
pero vivió bajo el prisma
del espejismo infecundo
y por complacer al mundo
quedó mal con ella misma.

Francisco Henríquez, 
                   CELIA CRUZ Y COMPAY SEGUNDO
      Artistas cubanos. Murieron en el año 2003,  con un día de diferencia. Ella  en Estados Unidos y él en Cuba.
Una mañana del mil
novecientos veintidós
vino a la tierra de Dios
este trovador gentil.
Creció en el bello pensil
del lirismo de La Habana,
y desde aquella mañana
que en el empíreo destella
tuvo más fulgor la estrella
de la décima cubana.

Este treinta de diciembre,
de este año dos mil cinco,
debe ser el alto brinco
que eternizado lo siembre.
Mas el treinta de septiembre,
cuando a la vida llegó,
será el punto en que partió
para dar el bello salto,
y poner la gloria en alto
con todo lo que nos dio.

Como quien ama una hurí,
quiso con su fértil estro,
a ese octosílabo nuestro
––mezcla de sol y rubí––.
Y se volvió Naborí
del caribeño solar;
lo extasió rumor del mar
indio, llamado Caribe,
y fue dueño del aljibe,
del arroyo y del palmar
CANTO A JESÚS ORTA RUIZ 
"NABORÍ"

(1922-2005)

Por Francisco Henríquez
De la mano de su lira
la décima fue canción,
que se fue del barracón
sin dejar de ser guajira.
Ya ningún vate la mira
como silvestre despojo,
y con su mejor arrojo
visita el gentil palacio
bajo velos de topacio
y con su pañuelo rojo.

La lírica trayectoria
del genio de la espinela,
siempre será luz y escuela
en el plantel de la historia.
Porque para darle gloria
con esencia universal,
la sacó del arrabal,
le pulió formas y talles,
y la paseó por las calles
limpias de la capital.

Igual que El Cucalambé
vivió junto a su Rufina,
Naborí tuvo a Eloína
––fuente de infinita fe––
Por toda su vida fue
regando su culto verso,
y es ya luminoso anverso:
la inefable llamarada
que ilumina la portada
del libro del universo.

 

 

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